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Latín vulgar o latín tardío (en latín, Sermo Vulgaris Latinus o Plebeius sermo; en griego, Λαϊκή Λατινική γλώσσα o Δημώδης λατινική) es un término genérico, empleado para referirse al conjunto de los dialectos vernáculos del latín vivo, hablados en las provincias del Imperio romano. La extinción como lengua viva del latín se asoció con la creciente diferenciación de estos dialectos, que condujo, hacia el siglo IX, a la formación de las lenguas romances tempranas. Algunos autores proponen distinguir técnicamente entre latín vulgar (o popular) y latín tardío (siglo IV en adelante), aunque lingüísticamente es difícil distinguir entre esas dos acepciones.
Sin embargo conviene aclarar que, desde el punto de vista de la lingüística moderna, el latín vulgar como tal es una expresión basada en una hipótesis antigua y equivocada, que suponía la existencia de dos lenguas paralelas: un latín «culto» y uno «vulgar»; pero, verdaderamente, el latín vulgar era el latín mismo, un idioma vivo y en constante evolución, mientras que el latín clásico solo se mantenía en la literatura y administración como el lenguaje escrito culto, para facilitar la comunicación entre las provincias romanas.[1]
La variante de latín hablado difiere notablemente del estilo literario del latín clásico en su pronunciación, vocabulario y gramática. Algunos rasgos del latín vulgar no aparecieron hasta la época tardía del Imperio romano, aunque parece que muchos de sus rasgos son sorprendentemente tempranos. Otros, pueden incluso haber estado presentes mucho antes, al menos bajo la forma de latín acriollado.[2][3][4] La mayor parte de las definiciones de «latín vulgar» suponen que es una lengua hablada antes que escrita, porque ciertas evidencias sugieren que el latín se dialectalizó o criollizó durante este período, y porque no hay pruebas de que alguien transcribiera el habla cotidiana de ninguno de sus hablantes. El estudio del latín vulgar requiere el análisis de evidencias indirectas, ya que originalmente nadie usaba intencionalmente las formas de latín vulgar cuando escribía.
Lo que hoy se sabe del latín vulgar procede de tres fuentes. La primera es el método comparativo que puede reconstruir numerosos rasgos de las lenguas romances atestiguadas, y hacer notar aquello en lo que difieren del latín clásico. La segunda fuente son varios textos de gramáticas prescriptivas del latín tardío que condenaban los errores lingüísticos que los hablantes de latín solían cometer, denuncias que ayudan a describir cómo se usaba la lengua. Finalmente, los «solecismos» y usos que se apartan del latín clásico encontrados a veces en textos de latín tardío también dan luz al habla de quien los escribió.